
La Belle Epoque en Mondariz Balneario
Creo que era agosto de 1924. Era tarde, el sol estaba cansado tras una larga jornada de trabajo y su luz era cada vez más débil. Era la Belle Epoque en Mondariz Balneario. Caminaba por la calle y hacía calor. Lo hacía del brazo de mi marido, como cada día. Era frecuente que en nuestro vespertino paseo diario, nos cruzáramos con John Rockefeller o Isabel de Borbón. Entre otros, claro. Había muchos más. O eso creo. Yo no sabía quiénes eran, pero al día siguiente siempre había alguien que conocía a alguien que los había visto paseando. Así que supongo que algún día, aunque fuese de casualidad, me los tendría que haber cruzado.
La envidia de media Europa
Mondariz Balneario era todo lo que una joven recién casada como yo deseaba para pasar sus vacaciones. Había mucha gente rica. Muchos restaurantes finos. Y el Balneario. Dicen que somos la envidia de media Europa. Bueno, nosotros no, el Balneario. Y nuestra casa, que era lugar de encuentro y reuniones para mi marido y sus amigos.
Arturo, mi marido, es escritor. Pero no le va muy bien. Él siempre dice que es porque tiene mente creativa y no empresaria. Yo le digo que está bien, que sus ideas siempre son muy originales. Y a veces me cuenta historias que me hacen reír a carcajadas. Pero él dice que eso no lo es todo. Por eso tiene que escribir en periódicos y en revistas. A mí me encanta lo que escribe. A veces, cuando no me ve, paso a mi letra todos sus artículos. Así, en caso de que prohiban estas revistas, yo tendré siempre su recuerdo conmigo.


Simoneta, mi lugar favorito
Pero lo que vengo a escribir hoy es mi secreto. Y es que después de tanto leer a Arturo, empecé escribir. Y no se me da mal. De hecho, a veces lo hago mejor que él. Y lo hago en mi lugar favorito. Un pequeño café situado a la orilla del río, que además sirve unos postres ingleses que no sé como se llaman que me vuelven loca. Arturo me dice que no diga esas cosas que no son propias de una señora, pero es que no encuentro una palabra para describir el placer que siento al morderlos.
Este café es lo más especial de Mondariz Balneario. Aquí viene la gente que sí conozco. Porque los leo. José Echegaray o Benito Pérez Galdós. Y luego está mi favorita, Emilia Pardo Bazán. A veces charlamos y le enseño cosas que escribo. Ella me anima a firmar con mi nombre. Pero no me atrevo. “Búscate un nombre bonito, entonces”. Así que le puse como el café.
Simoneta, 23 de agosto de 1924